Opinión

La pandemia machista del siglo XXI

La pandemia machista del siglo XXI. // OM
La cuarentena ha arrojado a muchas mujeres a convivir 24 horas al día con los maltratadores, dificultando que las víctimas puedan denunciar el maltrato o pedir ayuda

El confinamiento ha roto el trato establecido entre muchas parejas. Los padres podemos trabajar, porque alguien más (el Estado de Bienestar) está cuidando a nuestros hijos (educación de los niños, recuperaciones post hospitalarias, atención y cuidado de mayores, etc.), asestando un duro golpe a las más recientes conquistas feministas, devolviendo al ámbito no remunerado algunas funciones que se habían transformado en profesiones feminizadas: asistentes de ancianos, educadoras infantiles, restauradoras, limpiadoras, etc. Aunque peor lo tienen quienes se han visto obligadas a romper el confinamiento, por ejemplo, las trabajadoras de la economía informal.  En todo caso, esta maldita enfermedad pone a cada minuto en cuestión el contrato social en que se legitiman nuestras democracias occidentales (impuestos a cambio de prestaciones de servicios estatales).

Pero hay otro escenario en el que me quiero centrar, la cara desconocida de la COVID-19. Una realidad que sufren las mujeres víctimas de la violencia machista y que ha llevado a muchas de ellas a convivir 24 horas al día con los maltratadores, dificultando poder pedir ayuda o denunciar en caso de maltrato. Entre las razones por las cuales la pandemia produce un aumento en los índices de violencia de género está el confinamiento domiciliario, la sobreexposición, la vulnerabilidad y el estrés generado por esta situación. Un contexto que pareciera que podría mejorar tras el inicio de la desescalada pero que, a mi juicio, se puede ver incrementada por el desempleo y la pobreza que nos atenaza, y cada día va a más.

La violencia machista es una manifestación de relaciones desiguales de poder y, como tal, puede incrementarse con la vulnerabilidad económica de las mujeres, así como en función de la presencia o ausencia de los Estados en la protección de las personas más vulnerables. En concreto, ocurre en Estados Incompletos del Bienestar, como el nuestro, la desigualdad y la vulnerabilidad se acrecientan en situaciones de crisis.

El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha pedido que la prevención de la violencia contra las mujeres forme parte de la respuesta ante la pandemia. En España, algunos partidos no apoyaron el decreto para proteger a las víctimas de violencia machista durante la pandemia.
Sin embargo, sí han aumentado las inversiones en los servicios en línea. Las mujeres que se encuentren en peligro pueden enviar un mensaje de alerta a las ‘apps’ de la Policía y Alert COPS de la Guardia Civil, que activa una geolocalización que recibirán las fuerzas de seguridad. También, el Ministerio de Igualdad ha puesto a disposición de las víctimas de violencia de género un servicio de asistencia psicológica por WhatsApp durante el periodo que dure el confinamiento.

El Estado no ha dejado de enjuiciar a los maltratadores, una visita a los juzgados de Violencia sobre la Mujer descubre un panorama de mujeres solas y con la rabia enmudecida tras las mascarillas. La magistrada y fundadora de la Asociación de Mujeres Juezas, Lucía Avilés afirma que «es necesario recordar que es un delito público. Las personas que ahora pueden tener conocimiento de que una mujer puede estar sufriendo violencia de género, si oyen gritos, golpes; tienen el deber cívico de denunciar».
Durante el confinamiento, se incrementó de forma alarmante el número de víctimas de violencia de género. Las farmacias respondieron con la iniciativa de ‘Mascarilla 19’: entonces y ahora, si una mujer pronuncia esta palabra clave, el farmacéutico sabrá que está pidiendo auxilio por una situación de violencia de género y lo pondrá en conocimiento del 112. Sin embargo, a pesar de estas increíbles iniciativas aún siguen muchas cuestiones en el aire, sin respuesta alguna como por ejemplo: ¿Quién debe encargarse de la prevención de la violencia en el teletrabajo? ¿Y de las mujeres que trabajan en la economía sumergida? ¿O de las amas de casa?
El Gobierno de España ha declarado los centros de acogida y todos los servicios contra la violencia machista como servicios esenciales y no vendría mal alcanzar un nivel superior en el apoyo a las organizaciones feministas que con su movilización han hecho posible que los focos iluminen esta zona oscura de la realidad.

Si esto es una guerra (cuestión a debatir), no podemos permitir que las mujeres víctimas de violencia de género sean ‘víctimas colaterales’. Ya hay suficientes víctimas directas del virus como para permitirnos que haya más muertes, gracias a nuestra desidia e incompetencia.

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