La científica española Elena García, lidera en Madrid un proyecto para crear el primer exoesqueleto biónico con el fin de ayudar a caminar a niños con enfermedades neurológicas. Esta directora del proyecto admite que es «muy necesario” fomentar las vocaciones científicas y las carreras técnicas entre las niñas.
Esta doctora en Ingeniería Industrial ha desarrollado este modelo, que pretende mejorar la calidad de vida de los menores y reducir los plazos de sus recuperaciones. El proceso está pendiente de certificación por parte de la Agencia del Medicamento, pero, si se cumplen los tiempos previstos, su equipo podrá llevarlo a hospitales y clínicas durante el primer semestre de 2021, en lo que significará «un gran paso» para los niños con enfermedades neurológicas.
Elena García -la fundadora, promotora y directora del proyecto, considerada una de los diez científicos más reconocidos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)– lo explica a este medio con la esperanza de que su carrera pueda ser fuente de inspiración para muchas niñas.
Asegura que es “muy necesario” fomentar las vocaciones científicas y las carreras técnicas entre las niñas, transmitiéndoles que su trabajo puede ayudar a “resolver problemas sociales y mejorar la vida de las personas”.
“Ya hay científicas e ingenieras, entre otras, que están comprometidas y aportan su conocimiento para el bien de la sociedad”, según la experta, que ha recibido la visita del consejero de Ciencia, Universidades e Innovación de la Comunidad de Madrid, Eduardo Sicilia, en el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El consejero ha visitado la sede de la empresa Marsi-Bionics, un proyecto que surgió del Centro de Automática y Robótica (CAR) en 2013 en el que participan el CSIC y la Universidad Politécnica de Madrid.
Elena García, que en 2018 recibió la Medalla de oro de la ciudad de Madrid y fue galardonada con el premio 8M en la categoría Investigación y Ciencia de la Comunidad, opina que se debe emprender un trabajo “de diagnóstico” para detectar a qué se debe el reducido número de mujeres que alcanzan altos cargos en el mundo de la ciencia.
Vaticina que los impedimentos «comienzan en la misma infancia». La cuestión, resume, es que «se ha convertido en un problema de índole social».
A su juicio, hay que facilitar que las niñas comprendan “qué implicación e impacto puede tener su trabajo en la sociedad”, de forma que llama a divulgar las aplicaciones de la ciencia, especialmente los proyectos liderados por mujeres, para “fomentar estas vocaciones”.
García sostiene que este problema se aprecia también entre los jóvenes, de forma que es habitual que en las carreras científicas haya más chicas en los inicios, aunque finalmente los hombres consiguen más puestos de responsabilidad. “Puede ser por diversas causas: desde el techo de cristal hasta problemas de conciliación familiar”, por lo que insta a buscar los mecanismos para “reducir las diferencias, porque hay mucho por hacer”.