¿Por qué hay menos mujeres en las ramas de ciencias y tecnología?
Úrsula Vásquez Sancarranco
Cuando se habla de mujeres y ciencia es incuestionable la poca presencia que tienen en este campo, ellas representan una presencia poco homogénea que, si bien, ha cambiado o mejorado a lo largo de los años, la brecha de género actual admite inequidad en hombres y mujeres dedicados a la investigación. Esta realidad nos lleva a responder las siguientes preguntas: ¿cuáles son los obstáculos aún vigentes para que las mujeres se desarrollen en el campo científico y tecnológico?, y ¿qué queda por hacer hasta la paridad y representatividad de género?
Factores como los estereotipos de género, una cultura que promueve la falta de confianza en sí mismas y la escasez de modelos a seguir desde sus primeros años de vida son algunas de las razones que expertas aluden como causales de la brecha. A nivel global, uno de los estudios más completos en el campo es el de descifrar el código: la educación de las niñas y las mujeres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas de la Unesco, publicado en 2019 con 85 páginas dedicadas a analizar los diferentes entornos que juegan un papel protagónico en la inclusión de las niñas.
Según ha publicado la Unesco: «los sistemas educacionales y las escuelas juegan un rol protagónico en determinar el interés de las niñas en estas materias y en proporcionar igualdad de oportunidades para acceder. La calidad de la docencia, los contenidos, los materiales y el equipamiento, los métodos de evaluación y las herramientas, el entorno educacional en general y el proceso de socialización; todos ellos son cruciales para asegurar el interés y el compromiso de las niñas con los estudios y finalmente, con las carreras de ciencias.»
También recalca que, al parecer, las madres, más que los padres, tienen mayor influencia en la educación de sus hijas y en su selección de la carrera a estudiar, posiblemente debido a su función de modelo de rol. Los padres con mayor estatus socioeconómico y mayor nivel educacional tienden a tener una actitud más positiva hacia la educación de sus hijas que aquellos padres con menor nivel socioeconómico y educacional, que son inmigrantes, de origen étnico minoritario o padres solteros.
La creciente presencia de las mujeres en el ámbito de las ciencias nos lleva a pensar que, en nuestros días, queda poco del peso ideológico de que la mujer sea intelectualmente inferior al hombre y de la exclusión explícita de las mujeres en áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, es parte del pasado, sobre todo en sociedades de mayor desarrollo; sin embargo, la realidad nos demuestra que aún queda un largo camino por recorrer.
Para una mujer el esfuerzo es mayor, no únicamente por atreverse a romper paradigmas y estereotipos tradicionalmente aceptados y reforzados, sino por tener que armonizar su trabajo profesional con el de la crianza de los hijos y las tareas del hogar, lo que las lleva a desistir o abandonar el camino. Propiciar que las niñas se interesen en estas carreras es únicamente el primer paso para lograr una mayor representatividad de la mujer en la ciencia y tecnología. No obstante, para lograrlo hace falta que el estado, la sociedad, los organismos internacionales y por supuesto, las mujeres que están un paso adelante, planteen, implementen y ejerzan leyes, políticas y soluciones que reconozcan las circunstancias reales de las mujeres para motivarlas a destacar en la ciencia sin castigar su vida familiar.
Son cada vez más las mujeres que trabajan fuera del hogar, las que contribuyen o proveen a sus familias; las que se independizan económicamente; las que lideran cargos de responsabilidad y están logrando la realización laboral en los últimos años. Sin embargo, aun cuando las mujeres conforman casi la mitad de la fuerza laboral en el mundo, su presencia en el trabajo científico está subrepresentada y es que a medida que crecen las niñas, se registra menores niveles de participación en estas materias en los últimos años de educación secundaria y universitaria.
En Perú, de acuerdo con la información disponible a nivel nacional, la tasa de asistencia de las mujeres supera ligeramente la tasa de asistencia de los hombres en inicial y primaria (INEI, 2019); y su rendimiento en las ciencias, en el nivel de secundaria, no presenta diferencias relevantes entre ambos sexos (OCDE, 2018).
En cuanto a las estudiantes universitarias, la matrícula bruta en el pregrado universitario para el 2017 es paritaria; sin embargo, la tasa de matrícula de hombres y mujeres varía según el área del conocimiento. Los dos casos extremos de disparidad de género son las áreas de Ingeniería y Tecnología, en las que son mayoría los hombres (73%) y, por otro lado, el área de las Ciencias Médicas y la Salud, en las que predominan las mujeres (71.2%). Las disparidades se hacen más evidentes en algunas carreras, como lo son la Ingeniería Mecánica, Ingeniería de Sistemas e Ingeniería Civil.
En lo que se refiere a las mujeres profesionales, la SUNEDU (2016) señala que, en 2016, solo el 32% de los egresados en carreras vinculadas al grupo de ciencia, tecnología e informática son mujeres. En lo relacionado con el gobierno académico de las facultades (decanatos), encontramos que la distribución por sexo es diferente según las áreas del conocimiento. En las Ciencias Médicas y de la Salud, la distribución es casi paritaria, mientras que en los campos de la ingeniería y la tecnología existe una brecha que supera los 75 puntos porcentuales. El Censo Nacional de Investigación y Desarrollo a Centros de Investigación de Concytec del 2016 dio cuenta de que del total de investigadores, el 30,3% eran mujeres.
En este sentido, las brechas formales parecieran estar cerrándose y la expansión de la matrícula de las mujeres ha logrado que se alcance la paridad en el acceso al pregrado, no obstante, el género sigue siendo un determinante de los programas de estudio seguidos. Tendencias internacionales registran que hombres y mujeres siguen diferentes patrones de elección de carrera, generalmente orientados por roles sociales que asignan a las mujeres mayores aptitudes para actividades de cuidado de las personas; y a los hombres, para las ciencias “exactas” y la tecnología (Niederle y Vesterlund, 2010). La influencia de modelos adultos de éxito en la elección de los estudios, y la existencia de un déficit de figuras femeninas en las áreas anteriormente señaladas son los factores más influyentes en las decisiones (Lee y Pollitzer, 2016).
En cuanto a la inserción laboral de los egresados universitarios, perduran en el país brechas salariales según sexo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los mayores niveles de instrucción, no garantizan a las mujeres más y mejores oportunidades de empleo en relación con los hombres. Así, se estima que en el país las profesionales mujeres perciben un salario 25% inferior y que reciben una penalización del 10% adicional en caso de estar casadas (Beltrán y Lavado, 2014). Adicionalmente, un factor importante para que las mujeres jóvenes no busquen empleo es, en el 27% de los casos, que deben dedicarse al hogar.
Es irrefutable que la educación primaria y secundaria tienen un papel crucial para el futuro de las mujeres en la ciencia y tecnología, y aun cuando la educación superior haya incrementado el número de alumnas, la vida laboral de las mujeres tiene muchos más impedimentos que la de un hombre con la misma capacitación. El conflicto trabajo-familia, referido a la contradicción de roles en el que las exigencias, el tiempo y el esfuerzo del trabajo interfieren con la realización de actividades familiares (o viceversa), obstaculiza la contribución iniciada en la niñez debido a la falta de apoyo social, a un entorno y horario laboral inflexibles y muchas veces incompatibles con la vida familiar, a la ausencia de convenios y compromisos con los objetivos de equidad y a comportamientos no inclusivos que interfieren en la aceptación de que las mujeres tienen un rol protagónico en los cuidados de la familia y crianza de los hijos y lleva a las mujeres a decidir entre dedicarle más tiempo a las labores del hogar o las responsabilidades del trabajo.
“Durante la pandemia las mujeres se han visto más afectadas que los varones puesto que han tenido que compartir sus horas entre el trabajo en línea y las actividades del hogar, este esfuerzo extra de las mujeres afecta la lucha por la equidad de género ODS 5 y la reducción de las desigualdades ODS 10” (Ramírez, 2022).
Son varios los factores que afectan la transición femenina a las carreras STEM, incluyendo la compatibilidad que se percibe entre algunas de estas disciplinas con la identidad femenina, las obligaciones familiares, el ambiente y las condiciones laborales. La percepción de que dichas ocupaciones son difíciles de combinar con la vida familiar genera que las mujeres terminen dejando de lado su desarrollo de carrera profesional para responder por los cuidados de la familia, específicamente el de los hijos, aspecto que influye en la empresa, ya que se pierde el aporte que estas puedan dar a la misma, pero al mismo tiempo, la sociedad se ve afectada en cuanto los hijos terminan siendo cuidados por terceros y no directamente por la mujer como referente principal en el proceso de crianza.
La equidad de género en la educación superior forma parte de la Política Nacional de Igualdad de Género del Perú. Asimismo, se encuentra alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas; De hecho, el cuarto objetivo busca: “Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. Por su parte, el quinto objetivo plantea: “Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas” (ONU, 2015). Pese a esta apuesta del Estado, existe escasa evidencia sobre esta problemática en el sistema de enseñanza superior peruano. (SUNEDU, 2017).
La flexibilidad de nuevas formas de trabajo, la interiorización de roles que vayan más allá de ser padre y madre y, sobre todo, una cultura de aceptación, respeto y valoración de las mujeres por parte de sus pares varones, se postulan como los transformadores para crear un mundo más inclusivo, equitativo y sostenible.
Quizás las futuras generaciones ya no tengan ningún prejuicio y sean capaces de elegir lo que les gusta sin ningún rol social ni cultural. La maternidad, el cuidado de los niños, de personas mayores puede afectarles en un futuro, pero si empezamos ahora trabajando en acciones que les permitan combinar la vida personal y laboral, van a salir exitosas. Y esa conciliación no tiene que estar solo por parte de ellas, sino también de su pareja y del entorno profesional.