Igualdad y compañerismo: La visión de Natalia Menéndez en el servicio militar
Hace unos años, Natalia Menéndez de padre asturiano y madre asiático-nicaragüense, decidió presentarse a las pruebas de acceso al ejército para conseguir independencia económica y demostrar que era capaz de lograrlo. Aunque en su entorno había cierta desconfianza sobre su capacidad física, Natalia nunca se rindió.
Entrevistadora: Buenos días, Natalia. ¿Cómo te iniciaste en el mundo militar? ¿Cuál fue tu primera experiencia en este trabajo?
Natalia: No me lo planteé hasta la adolescencia. Hasta que cumplí la mayoría de edad y quería independencia económica. Pero para salir de casa primero tenía que conseguir un trabajo.
Siendo tan joven, siempre me pedían experiencia, incluso de camarera. Y luego vi la opción de opositar para el cuerpo de policía, aunque me daban cierto respeto las pruebas de acceso. Porque mido 1,58 m, y en ese momento no quería dedicar todos mis esfuerzos y mi tiempo a estudiar algo a lo que no podía acceder solo por cualidades genéticas.
Aparte de las oposiciones, hubo un tiempo en el que me planteé otras opciones laborales como: el arte o la sanidad. Aunque no me sentía suficientemente cómoda para tener la vida de alguien en mis manos.
Fue mi pareja de entonces quien me enseñó las pruebas para ser militar y fui consciente de que podía hacerlo.
Entrevistadora: ¿Qué pasos hay que seguir para entrar en el servicio militar?
Natalia: El primer paso es leer las bases que son publicadas en el BOE. Un sistema sencillo para acceder a ellas es a través la página web de las Fuerzas Armadas. El segundo paso es solicitar una entrevista para hacer las pruebas de acceso. Cuando me presenté era más fácil acceder a las convocatorias, porque no había tanta gente en las listas, así que podías hacer todas las pruebas en unas horas.
Actualmente, la demanda es mayor y las pruebas están repartidas en varios días. Algo que puede ser un tanto agobiante.
Entrevistadora: ¿Estabas decidida al 100%?
Natalia: Sí, en ese momento, me dije a mí misma: «Lo voy a hacer y nadie me va a decir que no puedo conseguirlo. Soy capaz de lograrlo».
Entonces, el día que cumplía la mayoría de edad, me levanté a las diez de la mañana y dije: ‘Me voy a dar un paseo’. Y me presenté para formalizar la solicitud de acceso.
Me metí en la Armada porque me encanta el mar y navegar, además era lo que tenía más cerca de casa. Lo tenía claro, solo quería una especialidad en la que estudiar maniobra de navegación.
Entrevistadora: ¿Existe discriminación en las Fuerzas Armadas?
Quizás suene raro, pero creo que hay una «discriminación positiva». Antes me solía pasar mucho que mis compañeros me protegían solo por el hecho de ser mujer. Cuando cogía algo muy pesado o era un trabajo más laborioso de lo habitual, siempre se ofrecían a ayudarme.
Lo que la gente desconoce es que esta discriminación no solo afecta a las mujeres, también se vuelve en contra de los hombres porque no siempre el macho alfa tiene que poder con todo. Ser militar no consiste en ser el más fuerte ni el más veloz, se trata de trabajar en equipo.
Entrevistadora: ¿Qué pensó tu familia y tus amigos cuando les contaste que querías dedicarte profesionalmente a esto?
Natalia: Mi entorno tuvo miedo, no sabían si podía aguantar la presión. Algo que me sorprendió mucho porque siempre he practicado deporte y he sido muy aventurera. Práctico todo tipo de actividades deportivas, desde natación hasta escalada o surf. Por eso, no esperaba esa desconfianza en mis capacidades.
Todo el tiempo se espera que seamos mujeres débiles, entonces repetimos ese mantra hasta que nos convencemos a nosotras mismas y nos ponemos el límite en el primer escalón.
Es algo lógico: si entrenas, pasas las pruebas. No entiendo por qué las pruebas físicas no son iguales para ambos sexos. Mucha gente pensará que es una forma de integrar a la mujer, pero al final se resume en otra forma de desigualdad. No quiero tener una compañera que en una situación de riesgo no pueda ayudarme.
Todo el mundo que estén en el ejército debe tener las mismas destrezas y capacidades porque al final están en juego vidas humanas.
Entrevistadora: ¿Qué les dirías a aquellas niñas que quieren ser militares? ¿Cuál es el camino?
Natalia: A cualquier niña que quiera hacer algo diferente a lo que se espera de ella le diría que se informe, que no se fíe de la primera información que vea en internet. Debe investigar lo que quiere hacer y cómo puede conseguir llegar a ese puesto.
Es muy importante tener la información clave para saber si lo puedes lograr y trazar un plan que te lleve al siguiente nivel. También es vital tener un referente en el que proyectar lo que quieres ser. En muchas ocasiones tu cabeza gritará: «No puedes hacerlo”, este referente se convertirá en un flotador salvavidas en esas ocasiones. De ahí la importancia de dar visibilidad a mujeres en puesto laborales como este, o incluso en otros cuerpos de seguridad del Estado. Las más jóvenes deben saber que pueden aspirar a lo que ellas deseen, sin prejuicios ni estereotipos.
Entrevistadora: ¿La ficción se parece a la realidad? ¿Películas como la Teniente O´Neil muestran la cara real del ejército?
Natalia: Sí y no. Los entrenamientos para ese puesto en el ejército suelen ser bastante duros. Nosotros tenemos algo bastante parecido, no exactamente eso, pero por ejemplo, una de las pruebas en el entrenamiento es dejarte en una zona sin agua y sin comida durante una semana para que te busques la vida y puedas aprender a sobrevivir.
Estas pruebas se realizan cuando ya estás preparado física y mentalmente. No es gente de la calle sin preparación como en la película.
Entrevistadora: ¿Una anécdota buena y otra mala trabajando como militar?
Natalia: No es una anécdota, pero tengo muy buenos recuerdos de vivencias en la naturaleza, como cuando salíamos en barco y disfrutábamos como niños viendo ballenas. También, una vez salvamos a una tortuga.
Una anécdota mala fue cuando estábamos disparando a unos blancos, que son unos palos de metal que sujetan una figura de papel. Mientras avanzábamos hacia el objetivo, íbamos disparando, de tal forma que conforme nos íbamos acercando, el ángulo iba cambiando hasta tal punto que al disparar rebotó en el palo y le dio a la mano de mi compañero. Gracias al cielo que no le hizo nada, solamente le rozó el guante que llevaba.
Entrevistadora: ¿Qué pregunta crees que faltó en esta entrevista?
Natalia: Quizás la pregunta de lo que más me gusta de mi trabajo.
Sin duda lo que más me gusta es la superación continua, tanto de los límites que conocía como de los que no sabía que tenía. Quizás fuera de este empleo, no hubiera descubierto nunca de lo que soy capaz.
También me gusta el compañerismo y los lazos que se forman dentro del servicio militar. Lamentablemente, vivimos en un mundo donde no sabemos si podemos contar con la otra persona y en este trabajo, aparte de tener amigos, se crean familias. Es un trato directo con las personas, sin filtros.
Entrevistadora: Muchas gracias, Natalia.